Mi novio y el candombe asesino.

Las Tribulaciones de Mariola Po - Capítulo IV


     Era una relación muy formal, cogernos de la mano, pasear, algún que otro beso, pocos que usted sabe que yo no los regalo a no ser que lo viese desesperado y con las orejas echando humo. Entonces me daba pena.

     De vez en cuando subía a casa a tomar café pero siempre en presencia de mi vecina la Perse. Él a cambio, nos hablaba de los infinitos pastos verdes de su tierra, de las vacas coloreadas rumiando la paciencia como sólo lo saben hacer los sabios, nos metía miedo con las brujas y los hechizos de sus bosques siempre en bruma, pero el pobrecito tenía en el baile una frustración tan grande que si no fuera por mi compostura de señorita cabal de buena gana acogería su cabeza en mi seno.

     Claro madre, imagínese usted un tractor interpretando el Lago de los Cisnes. Así que desdichado, se contentaba con ver bailar a los demás, le gustaba todos los estilos, desde la danza del vientre hasta el fandango amarrado que se marcó el señorito José Luis por su paso por Cádiz. Y esa pasión daría ocasión a su perdición.

     -Anda Mariola, arranca con un candombe que me tiene omnibulado el vaivén de tus caderas. - me dijo una tarde de cafés con Carlitos Brown retumbando en el radiocasete. Usted dirá lo que quiera madre, pero una es joven y la piel sensible, una tiene ramalazos de coquetería y le gusta sentirse halagada. Así que, un pasito pa' alante y cuarto pa´atrás, golpe de cadera a la izquierda, giro, otro pasito, subir los hombros y vibrar el busto con los brazos en cruz al estilo de Romualda da Costa, que con tan buen gusto reinventó el baile allá en Copacabana por los años 50 y que tan de memoria me sé.

     Pero con tan mala suerte que va y se me traba el casete y empieza a ir más rápido de lo normal. Yo, para no decepcionar al Paquito, que me tenía alborotada la sangre de tanto mirarme a la cintura con esos ojos diáfanos y atragantados, sigo el nuevo ritmo moviendo frenéticamente las caderas en plan película muda hasta que al rato se levanta babeando y temblando con los brazos en ristre como para agarrarme. Yo, como quien no quiere la cosa, sigo a lo mío con un pasito pa´atrás, cuarto pa´alante, golpe de cadera ¡PUM! Tremendo caderazo y se me va el Paquito sin un grito por la ventana para abajo. Menos mal que vivo en un segundo piso pero aún así y con lo fuerte que estaba se rompió todo. Ya no servía para nada, hay que ver lo frágil que son los hombres, madre.

     Cuando llegamos abajo, estaba tieso con el rostro relajado y los ojos tristes mirando al cielo encapotado y con un silencio tan inmenso que me sobrecogió. Imagínese madre, todas a su alrededor pegando gritos como locas y él calladito, sin un lamento. Para mí que se había vuelto a los pastizales verdes de su tierra, con sus vacas incluidas.



3 comentarios:

  1. Anónimo20/5/10

    Lo tuyo es de cachondeo, ¿verdad? Tu no eres así.

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  2. Que va tontita, soy un accidente informático, soy la polvareda de una colisión de chancletas, la alpargata izquierda de Callejas, no brinco, ni como, ni sufro, ni lloro, ni protesto, ni duermo, yo soy de plástico fino. ¿Tú que crees? Venga lista, habla conmigo, llama al 091 y pregunta por ti. Habráse visto...

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  3. Qué hermosura, la descripción de mi paisano.
    Porque era gallego ¿no?

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